Introducción
En el complejo panorama actual de conflictos mundiales, en el que la violencia va desde escaramuzas localizadas hasta guerras a gran escala, la clasificación de los conflictos según el derecho internacional humanitario (DIH) tiene el potencial de promover una consolidación de la paz de manera eficaz, más allá de su objetivo original de regular la guerra. Definir ampliamente la violencia puede homogeneizar la manera como se abordan los conflictos, no obstante, durante los esfuerzos de consolidación de la paz es problemático dar soluciones generalizadas a problemas singulares. Así se puede ver, por ejemplo, en la adopción de técnicas estándar de consolidación de la paz en el Afganistán, en donde, se pasó por alto la intrincada diversidad tribal y regional del país, lo que dio lugar a una gobernanza ineficiente y exacerbó las frustraciones locales. Este fracaso pone de relieve la importancia de los diversos métodos que se adaptan a los elementos sociopolíticos e históricos únicos que dan forma a cada conflicto. Confundir las insurgencias localizadas con las guerras interestatales a gran escala puede ocultar las diversas causas sociopolíticas e históricas que dan forma a cada conflicto. Esta falta de claridad conduce con frecuencia a tácticas de talla única, como lo demuestran los resultados dispares de los esfuerzos de consolidación de la paz en Afganistán y enIraq. Por tanto, las intervenciones deben adaptarse al carácter y a las causas específicas de la violencia a fin de lograr la paz a largo plazo.
El proceso de clasificación de conflictos en el marco del DIH podría proporcionar un escenario sólido para abordar estas cuestiones. Al distinguir entre las diferentes formas de conflictos armados, el DIH puede garantizar respuestas específicas para cada contexto, fortalecer los procedimientos de justicia y rendición de cuentas, y facilitar la ejecución estratégica de iniciativas humanitarias y diplomáticas. Este método sistemático proporciona una base para abordar las complejidades de los conflictos modernos y de las iniciativas de consolidación de la paz.
Clasificación de los conflictos en el DIH
El DIH ofrece una clasificación clara de los conflictos armados que se rigen por marcos jurídicos distintos. Esta distinción es importante porque se aplican diferentes normas del DIH a los conflictos armados internacionales (CAI) y a los conflictos armados no internacionales (CANI). Por ejemplo, los CAI están sujetos a todo el ámbito de aplicación de los Convenios de Ginebra y su Protocolo Adicional I, que rigen el tratamiento de los heridos, enfermos y náufragos, los prisioneros de guerra, la protección de los civiles y los métodos de guerra permisibles. Por el contrario, los CANI se rigen principalmente por el artículo 3 común y el Protocolo adicional II, que imponen un conjunto más limitado de requisitos, lo que refleja los desafíos de los conflictos internos.
El DIH define los CAI como conflictos entre dos o más naciones soberanas. Estos conflictos incluyen guerras declaradas, así como cualquier otro conflicto armado entre gobiernos, incluso si ninguna de las partes reconoce el estado de guerra. También incluyen situaciones en las que el territorio de un Estado Parte está parcial o totalmente ocupado, incluso si no hay resistencia armada (Art. 2 Común a los Convenios de Ginebra), así como conflictos que involucran luchas contra la dominación colonial, la ocupación extranjera o los regímenes racistas que ejercen la libre determinación (Protocolo Adicional I, Art. 1 párr. 4).
Los CANI tienen lugar dentro de un Estado e involucran a actores no estatales organizados. Los CANI se caracterizan por ser conflictos entre las tropas gubernamentales y las organizaciones insurgentes armadas, o entre diferentes grupos insurgentes. Tales conflictos tratan de tomar el poder político, adquirir autonomía o separarse para formar un estado soberano. La opresión, las violaciones de los derechos humanos, el fracaso político y la resistencia al control autoritario son desencadenantes comunes de estas guerras.
Los CANI internacionalizados surgen cuando actores estatales externos intervienen en un conflicto no internacional. Estos escenarios se clasifican de acuerdo con la participación de fuerzas externas. Por ejemplo, si las fuerzas armadas de terceros ayudan, proporcionan financiamiento, entrenamiento e inciden en la operaciones militares de los rebeldes sin el consentimiento del gobierno, el conflicto se convierte en un CAI. Sin embargo, si fuerzas de terceros ayudan a las autoridades estatales a combatir a los rebeldes, el conflicto sigue siendo un CANI. En situaciones en las que las tropas de terceros terceros actúan de forma independiente pero junto a los rebeldes, coexisten tanto los aspectos de la CAI como los del CANI.
Por último, los disturbios y las tensiones internas, como los disturbios o los incidentes aislados de violencia, se sitúan por debajo del umbral de un conflicto armado y, por lo tanto, quedan fuera del ámbito de aplicación del DIH. Los disturbios internos implican enfrentamientos significativos dentro de un país que incluyen actos de violencia, mientras que las tensiones internas pueden surgir de agravios políticos, religiosos, raciales, sociales o económicos, a veces como secuelas de conflictos armados o disturbios.
En el marco del DIH, estas clasificaciones son fundamentales para determinar la aplicabilidad de los instrumentos jurídicos fundamentales, como los Convenios de Ginebra, los Protocolos Adicionales y los principios del DIH consuetudinario, que en su conjunto constituyen la base del marco de resolución de conflictos dispuesto por el derecho internacional. Estos documentos proporcionan criterios exhaustivos para proteger a los civiles, garantizar un trato humano a los detenidos y regular las hostilidades a fin de reducir los efectos negativos de los conflictos. Al esbozar las obligaciones de todas las partes, proporcionan un marco para proteger los derechos fundamentales y respaldar los mecanismos internacionales de rendición de cuentas.
Un enfoque basado en umbrales para categorizar la violencia como medio de consolidación de la paz
Un método basado en umbrales para categorizar la violencia funciona como herramienta para la consolidación de la paz, pues, inspirado en la clasificación de conflictos armados del DIH, se pueden identificar múltiples categorías de violencia en función de su alcance e impacto sistémico y entonces tomar las medidas adecuadas. Por ejemplo, en una situación de conflicto armado compleja como la guerra civil siria, el uso de una categorización basada en umbrales podría haber ayudado a los actores internacionales a distinguir entre las necesidades humanitarias localizadas y los crímenes de guerra a gran escala, asegurando intervenciones focalizadas y asignaciones de recursos. Este enfoque es especialmente útil porque garantiza respuestas específicas que aborden patrones delimitados de violencia.
Por lo tanto, los actos de violencia pueden clasificarse de la siguiente manera en función de su umbral para los esfuerzos de consolidación de la paz.
- La violencia de bajo umbral incluye problemas localizados como disputas domésticas, acoso laboral o disturbios, que requieren intervenciones comunitarias y mecanismos de justicia restaurativa.
- La violencia de umbral medio abarca la violencia intraestatal, como las guerras civiles impulsadas por problemas sistémicos como la pobreza, la privación de derechos, las violaciones de los derechos humanos o las desigualdades estructurales, que exigen reformas integrales y políticas redistributivas.
- La violencia de alto umbral, incluidos los fenómenos a gran escala como el genocidio o las guerras interestatales, requiere la cooperación internacional, la adhesión al derecho internacional y la reconstrucción integral después del conflicto.
Relevancia de la clasificación de conflicto/violencia para la consolidación de la paz
La categorización de la violencia y los conflictos ofrece claridad jurídica y una base para perseguir crímenes como los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad y el genocidio. Por ejemplo, clasificar el conflicto entre Rusia y Ucrania como un CAI garantiza que se apliquen los Convenios de Ginebra y otras leyes relevantes, lo que permite que organismos internacionales como la Corte Penal Internacional (CPI) investiguen y enjuicien presuntos crímenes de guerra. La claridad jurídica promueve la confianza entre las partes enfrentadas y la comunidad internacional, estableciendo el marco para las discusiones y los acuerdos de paz a largo plazo.
La clasificación de los conflictos también permite intervenciones humanitarias específicas en función de la naturaleza y la intensidad de la violencia, como la determinación del derecho de acceso de las organizaciones humanitarias imparciales, como la del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), a la prestación de ayuda humanitaria a las personas vulnerables. Por ejemplo, la doble clasificación del conflicto entre Israel y Palestina (CAI y CANI) permite diferentes enfoques, como la prestación de ayuda humanitaria específica en Gaza y la lucha contra los conflictos transfronterizos. El cumplimiento de las normas del DIH, como el desarrollo de zonas seguras y corredores de evacuación, ha demostrado ser fundamental en las operaciones humanitarias, como se ha visto en la respuesta de Rusia y Ucrania a las necesidades civiles durante el conflicto armado.
Además, la clasificación revela desigualdades sistémicas, como la exclusión económica y la distribución desigual de los recursos, lo que permite a las sociedades que salen de un conflicto dar prioridad a las reformas integrales. Por ejemplo, en Iraq, la clasificación de los conflictos reveló discrepancias en la gobernanza y la distribución de los recursos, lo que orientó las medidas para promover sistemas políticos y económicos inclusivos. Al abordar las causas fundamentales de la violencia, los cambios estructurales ayudan a promover una sociedad igualitaria y a reducir la recurrencia de los conflictos.
La clasificación también influye en el diseño y la implementación de los mecanismos de justicia transicional, incluidas las comisiones de la verdad, los programas de reparación y los procesos judiciales localizados. Por ejemplo, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) de Sudáfrica abordó eficazmente las violaciones de los derechos humanos de la época del apartheid combinando la responsabilidad con la reconciliación comunitaria. Del mismo modo, los tribunales Gacaca de Ruanda adoptaron un enfoque localizado de la justicia, incluyendo a las comunidades en el enjuiciamiento de los delitos relacionados con el genocidio, fomentando la reconciliación y reconstruyendo la confianza social. A diferencia de los sistemas legales formales, que a menudo se adhieren a reglas rigurosas y procedimientos estandarizados, los procesos judiciales localizados se adaptan a los entornos culturales y sociales de las comunidades afectadas. Estos enfoques dan prioridad a la justicia restaurativa y la reconciliación mediante la incorporación de tradiciones y prácticas locales, que permitieron la participación popular en el tratamiento de los delitos relacionados con el genocidio. Esos enfoques son fundamentales para restablecer la confianza de la comunidad, resolver controversias, reconstruir la cohesión social en las comunidades que salen de un conflicto y, sobre todo, ayudar a la consolidación de la paz. Estos enfoques demuestran cómo los mecanismos de justicia transicional pueden vincular los marcos legales con la recuperación de la sociedad y la consolidación de la paz.
Los conflictos internacionalizados ponen de relieve la interconexión de la estabilidad regional y la importancia de los esfuerzos multilaterales. Dichos esfuerzos incluyen respuestas coordinadas de organizaciones regionales como la Unión Africana o la Unión Europea, operaciones militares conjuntas de mantenimiento de la paz en el marco de las Naciones Unidas y regímenes de sanciones multilaterales para restringir la injerencia externa o el apoyo a los grupos armados. Estas acciones de cooperación ejemplifican cómo la colaboración internacional puede abordar eficazmente las complejidades de la violencia transfronteriza. Al fomentar la diplomacia multilateral, la clasificación de los conflictos fortalece los marcos mundiales de rendición de cuentas, reforzando las normas que rigen las relaciones internacionales y la resolución de conflictos.
Además, la memoria, la traducción y el diálogo son elementos clave de la consolidación de la paz, y la clasificación de los conflictos en virtud del DIH mejora considerablemente su eficacia. La memoria implica mantener las narrativas históricas y reconocer los crímenes con el fin de crear sanación y evitar que se repitan. Por ejemplo, en Bosnia, la designación de la violencia como limpieza étnica facilitó la creación de monumentos conmemorativos y esfuerzos educativos que fomentaron la reahbilitación y la comprensión histórica. Del mismo modo, programas como Stolpersteine en Europa, que honra a las víctimas del Holocausto, enfatizan la necesidad de inculcar la memoria colectiva en la conciencia pública.
La traducción garantiza que las normas y los marcos legales globales se adapten a las circunstancias culturales y sociales locales, lo que resulta en una mayor aceptación. A través de la clasificación de conflictos, instituciones como los tribunales Gacaca de Ruanda han combinado con éxito las costumbres tradicionales con los principios del DIH, lo que ha dado lugar a sistemas de justicia localizados que promueven la reconciliación y la confianza.
El diálogo facilitado por la claridad jurídica que ofrece la clasificación, crea plataformas para resolver controversias y aumentar la comprensión mutua. Por ejemplo, la designación del conflicto de Sudán del Sur como un CANI proporcionó el diálogo estructurado entre las partes locales y extranjeras, lo que dio lugar a narrativas compartidas importantes para la consolidación de la paz. Por lo tanto, la clasificación da un marco para implementar de manera eficiente estas características, adaptando las intervenciones de consolidación de la paz a las dinámicas y demandas únicas de los contextos posteriores a los conflictos.
La integración de la memoria, la traducción y el diálogo en la clasificación de los conflictos en el marco del DIH no sólo fortalece la legitimidad de los procesos de consolidación de la paz, sino que también proporciona un marco estratégico para hacer frente a la complejidad de la rehabilitación y la consolidación de la paz después de los conflictos.
Conclusión
La caracterización de los conflictos de conformidad con el DIH va más allá de una mera tarea procesal; Sirve como marco esencial para promover una paz duradera y navegar por las intrincadas realidades de la dinámica de los conflictos contemporáneos. El establecimiento de un marco estructurado a través de esa clasificación garantiza la claridad jurídica, promueve la rendición de cuentas y facilita iniciativas específicas de consolidación de la paz. Este proceso empodera a las partes interesadas locales e internacionales con las herramientas necesarias para abordar las causas subyacentes de la violencia y formular soluciones justas que correspondan a las distintas necesidades de las comunidades afectadas. Por ejemplo, la clasificación mejora la formulación de intervenciones humanitarias personalizadas, el establecimiento de marcos de justicia y la orquestación de la colaboración multilateral para abordar y resolver conflictos.
Las profundas implicaciones de la clasificación de los conflictos y la violencia residen en su capacidad para orientar estrategias específicas, defender la justicia y crear marcos resilientes para la consolidación de la paz. Al examinar la dinámica única de cada conflicto, la clasificación establece una base para fomentar sociedades resilientes y fomentar la estabilidad sostenible a largo plazo. Esta metodología garantiza que las iniciativas de consolidación de la paz no solo sean efectivas, sino que también abarquen la inclusión, la adaptabilidad y un profundo compromiso con los principios de la justicia y los derechos humanos, lo que las hace esenciales para el logro de una paz duradera.
Las opiniones acá consignadas no representan la postura del CIV ni de las entidades a las que los autor@s se encuentran o se encontraban vinculad@s.
Sanoj Rajan es catedrático de Derecho Internacional y Derechos Humanos y, en la actualidad, Profesor Distinguido de Derecho en la Universidad Zhejiang Gongshang de Hangzhou (China) y Becario de Paz en la Universidad Cristiana Internacional de Tokio. Sus afiliaciones académicas están vinculadas a la iniciativa Humanitaria de Harvard en la Universidad de Harvard, Massachusetts, EE.UU., y Profesor Visitante en la Sociedad India de Derecho Internacional, la Universidad Nacional Kazaja Al-Farabi, Almaty, y la Universidad Cristiana Internacional de Kinshasa, Congo.